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De la teoría al niño real (1)

Recuerdo las guardias de Pediatría en urgencias del hospital, que dejé de gacer hace pocos años. A menudo pienso en un dicho: hay una diferencia entre lo que uno dice, lo que el otro siente, lo que realmente escucha y lo que finalmente entiende. Poco a poco me di cuenta de que en la relación médico-paciente es así. Sobre todo en el caso de los niños, en los que el paciente no es el niño sino toda la familia: los padres son los responsables de entender la enfermedad o el síntoma, dar el tratamiento y acompañar al niño hasta su recuperación.

Tomemos un ejemplo común: la bronquitis en los primeros años de vida (los primeros episodios en el primer año se llaman bronquiolitis, los usaré como sinónimos para simplificar). La gravedad de una bronquitis se define en base a parámetros estándar como la frecuencia respiratoria, la presencia de tiraje, etc., parámetros clínicos que evalúan cuánto esfuerzo está realizando el organismo para dejar entrar una cantidad suficiente de oxígeno y expulsar suficiente ácido carbónico para garantizar un funcionamiento eficiente y mantener su homeostasis.
El médico, una vez valorado que la bronquitis es leve, da el tratamiento y envía la familia a casa.

La realidad, sin embargo, es más compleja que eso: un niño pequeño con bronquitis muchas veces come menos, no puede descansar y no soporta la mascarilla que es fundamental para administrar el broncodilatador. Muchas bronquitis se complican (agravan) por este tipo de factores: cuando los padres de un niño pequeño le ponen una mascarilla, muchas veces empieza a agitarse, no lo tolera, llora desesperadamente, el llanto en sí aumenta el esfuerzo respiratorio porque el la necesidad de oxígeno aumenta, los padres desesperados no pueden darle salbutamol adecuadamente, luego por la noche cuando está más nervioso porque está cansado ni siquiera lo intentan, y finalmente la bronquitis empeora sin tratamiento.

Cuántas veces en las enfermedades, desde las más triviales hasta las más graves, elementos de este tipo afectan a la curación?

Cuántos casos de empeotamiento hasta la necesidad de hospitalización se podrían evitar dedicando más tiempo a la visita, escuchando las dudas e inquietudes de la familia, asegurándose de que entendieran cómo dar el medicamento?

En los niños, todas las enfermedades, así como el estado de salud, tienen muchos componentes , incluso más que en los adultos: está la fisiopatología, es decir, el proceso físico que subyace al problema, luego está la reacción del niño a la molestia o a los límites dados por los síntomas físicos, con elementos psicológicos y otros emocionales, ahí sigue la reacción de los padres, que puede ser diferente entre padre y madre, y todos estos elementos con sus interacciones influyen en el proceso de cuidado y curación.

En la epilepsia, por ejemplo, la primera causa de falta de respuesta al tratamiento es precisamente que el propio tratamiento está siendo mal administrado (hablamos de mala o escasa adherencia).

Así como para el médico no es fácil ni obvio saber escuchar a los padres o al paciente, para los padres a menudo no es facil entender al niño y tener en cuenta los múltiples factores a la base de un malestar, un problema o una dificultad.

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